Don Quijote de
la Mancha. Todos han escuchado, leído o visto algo relacionado con este
singular personaje. Y no se diga de su compañero Sancho Panza. Ambos forman una
mancuerna que ha transcendido a través de los años, lo digo de esa manera
porque así ha sido. Cuantas generaciones han leído esta singular novela y sigue
tan vigente como si fuera una historia reciente. Es lo maravilloso de las
lecturas, dejan huella y nunca mueren. En lo particular, la leí cuando ya
estaba entrado en años, de niño y de joven supe de su existencia, pero nunca
tuve la oportunidad de leerla.
La historia del
manchego y de su fiel escudero, se pudieran interpretar como dos amigos que el
destino unió. Una amistad que se va desarrollando conforme avanza la historia, a
veces con subidas y a veces con bajadas. A veces Sancho se enojaba con su amigo
por su proceder, pero al final siempre se perdonaban y seguían juntos. Esos
viajes y esas locuras que cometían, pareciera que forjaban su amistad conforme
avanzaba la historia. Y al final de su travesía, cuando su amigo Don Quijote
enfermó, el fiel amigo estuvo con él hasta sus últimos días. Que amistad tan
bella. Dos amigos unidos por una misma locura. Tratar de separar a estos
personajes, es como querer separar la leche y el café pero sabiéndose que son
como azúcar y sal, totalmente contrarios, pero con una necesidad indescriptible
de estar juntos.
Otro de los
elementos que también estuvieron presentes fue la de Dulcinea del Toboso, aquella
bella mujer imaginaria, de la cual Don Quijote estaba locamente enamorado.
Sabemos que fue solo un espejismo, pero en sus acciones Don Quijote siempre la creyó
real. Que maravilloso que pueda existir una musa a la cual le dediquemos todos
nuestros esfuerzos, que sea una inspiración para todo lo que hagamos y que
aunque tal vez no seamos correspondidos, eso no sea obstáculo para poder
dedicarle todos nuestros triunfos. Eso fue la sin par Dulcinea del Toboso, para
nuestro amado Don Quijote.
Quien no ha leído
esta singular historia, los animamos a que lo hagan. No se espanten por el
grosor del libro, ya estando metidos en la historia, se adentraran tanto en
ella que al final ni la sentirán y la disfrutarán en gran manera. Por lo
pronto, Leyendo Ando!
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